El Imperio Romano dejó a la sociedad moderna una herencia descomunal a todos los niveles: cultural, artístico, organizativo, político… y comunicativo. Muchas de las líneas maestras que guían nuestras estrategias de comunicación actuales provienen de esa época histórica. En el mes de la celebración del Arde Lucus, fiesta con la que Lugo conmemora sus orígenes, repasamos el legado para nuestro sector.

En la ciudad de Lugo, el influjo de la época romana es evidente, empezando por nuestra principal atracción turística, la muralla. En su interior y en torno a ella se originó y expandió una ciudad que siempre estará conectada con su pasado, pero que también debe saber mirar al futuro. Porque sí, los romanos nos dejaron un enorme legado, pero nosotros hemos sabido evolucionar a partir de él.
La muralla no es lo único que hemos heredado de aquella época histórica. Y es que la creación de un gran imperio tiene en la comunicación uno de sus pilares. Muchas de las claves del imperialismo –el cual, evidentemente, no defendemos ni apoyamos–, como la expansión, la propaganda o la fidelidad de los pueblos, se basan en estrategias comunicativas muy sofisticadas y perfectamente definidas.
Por aquel entonces no había internet, redes sociales o páginas web. Todavía faltaban siglos para la aparición de los primeros medios de comunicación, tal y como los entendemos hoy en día. Sin embargo, de aquella etapa se pueden extraer numerosas lecciones aplicables hoy en día en cualquier agencia de comunicación. A las puertas del Arde Lucus, celebración con la que la ciudad de Lugo conmemora sus raíces romanas, las repasamos.
El pueblo quiere saber.
Una vez satisfechas sus necesidades básicas, estar al tanto de la actualidad, ya sea social, política, económica o cultural, siempre ha sido una inquietud del ser humano, no solo por la curiosidad innata que nos caracteriza, sino también por la importancia de conocer y anticiparnos a los cambios en nuestro entorno que nos puedan afectar directa o indirectamente.
Los romanos supieron identificar esta necesidad e hicieron de la accesibilidad una de las virtudes principales de su comunicación. Por ejemplo, empleaban el bronce como soporte y en él realizaban inscripciones con textos jurídicos o legislativos, como explica la Lex Irnitana del siglo I que se encontró cerca de Sevilla. En ella se establecen los pasos a seguir con “documentos” de este tipo: se graban en bronce, se fijan en el lugar más concurrido del municipio y se colocan de tal manera que puedan ser leídos desde el nivel del suelo.
Hoy muchas marcas se enorgullecen de ser accesibles, ya sea a través de una página web, de las redes sociales o de cualquier otro método. Como podemos ver, esta era ya una de las principales preocupaciones del Imperio Romano a nivel comunicativo.
La unión hace la fuerza.
No hay imperio sin la confianza y la fidelidad del pueblo. Los romanos quizá hayan conquistado territorios en el campo de batalla, pero si fueron capaces de mantener el poder sobre todos ellos durante tanto tiempo ha sido en gran parte por su estrategia propagandística y comunicativa.
Salvando las distancias y desde una óptica totalmente alejada del belicismo, de la censura y de la mentira –recursos muy habituales en cualquier régimen imperialista–, tu marca también debe aspirar a crear una comunidad fuerte, que se mantenga fiel a tus servicios o productos y que sienta un vínculo más allá de la simple relación comercial.
Ese sentimiento de pertenencia a un colectivo, que genera una sensación de valor incalculable de orgullo y diferenciación, se logra mediante una estrategia comunicativa que debe ser constante, sólida y original. Para ello es imprescindible tener claros nuestros objetivos, saber a quién queremos dirigirnos y dar con una fórmula que nos permita conectar con nuestro público de una manera diferente al resto de marcas.
Una imagen vale más que mil palabras.
Ya en tiempos de los romanos, e incluso antes, jugaba un papel fundamental la iconografía, la representación mediante imágenes de un mismo concepto. Esta clase de arte estaba, por aquel entonces, al servicio del poder, ya que se empleaba fundamentalmente para mostrar o identificar al emperador y a otras figuras relevantes.
Por supuesto, su rol comunicativo era muy destacado. Sin ir más lejos, en Roma era muy común el uso de relieves que representaban momentos importantes para el futuro del Imperio. Mediante esta iconografía conseguían construir un relato común, una imagen fácilmente reconocible a lo largo y ancho de cada territorio que se encontraba bajo su dominio.
Tu marca también debe ser reconocible, con una imagen corporativa visualmente atractiva y coherente en todos sus canales y formatos. Cuidar los logotipos, los colores, las tipografías, los diseños o el feed de redes sociales es otra de las lecciones comunicativas que podemos extraer de aquella época tan lejana en el tiempo.
Tus actos dicen mucho de ti.
Por último, no solo comunicamos a través de las palabras: también lo hacemos mediante nuestros actos. Lo sabían bien todos los emperadores romanos. Por eso, utilizaban espectáculos como las luchas de gladiadores o las carreras de caballos para entretener al pueblo, pero también para enviar mensajes de grandilocuencia o contra los enemigos del régimen.
En la actualidad, los actos corporativos son una herramienta comunicativa muy poderosa, ya que sirven para transmitir los valores de una marca: solidaridad, compromiso medioambiental, responsabilidad social… Todo lo que hagas te definirá como empresa o entidad, así que toma nota de lo que hacían los romanos. Eso sí, no trates de replicarlos literalmente: no es necesario que organices ningún duelo a muerte en la arena.
Tu estrategia comunicativa debe ser sólida y firme como las bases que sostienen la muralla. Los romanos eran conscientes de ello, por eso han pasado a la historia como el mayor imperio jamás conocido. Tú no debes aspirar a colonizar ningún territorio ni absorber ninguna ciudad, pero sí a crear una comunidad amplia y fiel que te siga a todas partes y te permita continuar con tu proceso de desarrollo. Para ello, la comunicación es la herramienta clave, y en Atalaya la manejamos con destreza: paso por paso y ladrillo sobre ladrillo, como esa muralla que tenemos a pocos metros.