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Ocho años mirando al infinito con los pies en la tierra

Este 27 de octubre cae el 8, el octavo cumpleaños de Atalaya Comunicación. Decimos “cae” de forma totalmente intencionada: ya sabes lo que simboliza este número tumbado, el infinito. Nosotros llevamos todo este tiempo en busca de su verdadero significado.

Los mejores atardeceres se ven desde lugares elevados, desde atalayas. Algunos de los más bonitos se pueden presenciar desde el parque de Rosalía de Castro, en Lugo. La ciudad se extiende a sus pies, con el río Miño serpenteando bajo el puente romano y el llamado puente blanco, dos emblemas lucenses. La corriente te agarra de la mano y te arrastra suavemente con ella, a través de las montañas, hasta donde alcanzan tus ojos. Hasta el infinito, ni más ni menos. 

¿Pero cómo se llega al infinito? Es una pregunta que en Atalaya Comunicación nos hacemos desde nuestro nacimiento, del que este 27 de octubre de 2025 se cumplen ocho años. Todo proyecto, y más en nuestro sector, surge con una ambición inconmensurable, con ganas de comerse el mundo, en parte por inocencia y en parte por esa ilusión irrefrenable que siempre provocan los nuevos inicios. También nosotros teníamos la aspiración, allá por octubre de 2017, de llegar lo más lejos posible, a lugares a los que solo nuestra imaginación nos podía transportar… porque al infinito no se puede llegar de otra forma, ¿no? 

Después de todo este tiempo y con una larga trayectoria a nuestras espaldas, en Atalaya hemos descubierto que nos estábamos haciendo la pregunta equivocada. No se trata de encontrar el camino hacia el infinito, sino de entender qué es el infinito. Tras ocho años de trabajo, formación, evolución, tropiezos, cambios, golpes y alegrías, podemos decir que estamos más cerca de la verdad. 

Para empezar, el infinito no es un destino, sino una perspectiva vital. Está en nuestra mano tener una mente lo suficientemente abierta como para ver las alternativas que se nos presentan cada instante. Todos los días nos hallamos ante la oportunidad de abrir múltiples puertas que nos llevan por caminos totalmente diferentes, que se bifurcan interminablemente y que determinan el rumbo que toma la agencia. 

De este modo, en Atalaya Comunicación hemos llegado a una conclusión: el infinito nos acompaña siempre. Ese ocho tumbado simboliza para nosotros cada pequeña decisión tomada, cada paso dado en una dirección, cada tropiezo y cada victoria. En 2025 somos más conscientes que nunca de que nuestro sector es un océano de oportunidades por explorar y experiencias por vivir, en el que podemos topar con: 

  • Infinidad de clientes: hoy en día todo el mundo necesita cuidar el apartado comunicativo, así que basta con activar los sentidos y estar bien alerta para encontrarse con ellos. Algunas de nuestras relaciones laborales más fructíferas empezaron con encuentros casuales, otras a través de personas conocidas, algunas por simple prescripción. Es fascinante la diversidad de situaciones en las que una agencia de comunicación y una empresa pueden entrar en contacto y entablar un vínculo profesional. A partir de ahí, nuestro trabajo está en cuidar esas relaciones, algo que llevamos haciendo con mucho cariño –y, a juzgar por la elevada tasa de fidelidad de nuestros clientes con nuestros servicios, con buen grado de satisfacción– desde 2017. 
  • Infinidad de proyectos: cada iniciativa parte de una idea, y no vamos a ser nosotros quienes establezcamos los límites de la mente humana, algo que ni la psicología ha conseguido todavía. A lo largo de estos ocho años hemos demostrado nuestra creatividad y efectividad a la hora de diseñar acciones comunicativas originales en diferentes sectores: una ‘Candaina’ solidaria en colaboración con el Hospital Veterinario HA, un manual de prevención de suicidios junto a la empresa funeraria Serfuja o un evento gastronómico también solidario bajo el ‘naming’ Diez Raziones son solo algunos ejemplos. Estamos seguros de que, en este momento, no somos ni siquiera capaces de imaginar todos los proyectos que ayudaremos a impulsar en el futuro. Ahí reside la magia de la comunicación. 
  • Infinidad de sorpresas: sabemos que cada jornada de trabajo empieza con el fichaje de entrada, pero, aunque nos esforzamos mucho por llevar una organización precisa y estructurar nuestra escaleta diaria de tareas casi al milímetro, la ventana por la que se cuelan las sorpresas nunca se puede cerrar del todo. Y son estos pequeños detalles inesperados los que transforman un día cualquiera en uno especial. Cuántas veces habremos tenido que dejar lo que estábamos haciendo para salir disparados a una reunión con la que no contábamos o a un acto del que nos informan a última hora. El sector de la comunicación tiene un componente frenético e imprevisible para el que se necesita una gran capacidad de adaptación. En Atalaya la tenemos –y la disfrutamos–. 
  • Infinidad de errores (a evitar): en ese frenesí que es el mundo de la comunicación resulta imposible hacer todo bien, no equivocarse nunca. Nuestro día a día se basa en una toma de decisiones constante y no siempre se elige la opción correcta. En los ocho años de historia de la agencia hemos metido muchas veces la pata. Por suerte, siempre hemos sido un equipo con capacidad de reacción y de aprendizaje. De cada equivocación hemos salido reforzados, con una nueva lección aprendida que nos ayuda a afinar nuestro trabajo y reducir el riesgo de error de cara al futuro. Por supuesto, esta es una de las claves de la fórmula que nos ha llevado a convertirnos en la agencia que somos hoy en día. 
  • Infinidad de éxitos: cada nuevo proyecto en el que nos embarcamos equivale a un triunfo potencial. Con esta mentalidad es como logramos llenar el tanque de ilusión para llegar lo más lejos posible. Del mismo modo que sabemos lo que es tropezar, en estos ocho años también hemos saboreado las mieles del éxito. Sin embargo, no entendemos este concepto de una manera egocéntrica: la verdadera meta de Atalaya es que nuestros clientes tengan éxito en sus acciones comunicativas. Esta forma de concebir nuestro trabajo, siempre con los pies en la tierra y siendo conscientes de nuestra posición, nos ha traído –y nos seguirá trayendo– infinitas alegrías. 

En el mundo de la comunicación siempre se busca llegar a todo, estar en todo, abarcarlo todo… cuando realmente el infinito lo tenemos muy cerca: basta con subirse a una zona elevada y ver el mar, un atardecer, un prado, un avión que surca el cielo. Aunque ya lo sospechábamos desde un inicio, hemos tardado ocho años en descubrir que desde la Atalaya también se puede alcanzar el infinito

PABLO VÁZQUEZ

Soy Doctor en Comunicación, licenciado en Periodismo y graduado en Publicidad y Relaciones Públicas. Disfruto diseñando y llevando a la práctica estrategias para proyectos de todo tipo.